miércoles, 4 de agosto de 2010

Estoy en un pasillo...

La playa entra hasta el living velozmente. Una playa blanca gris muy luminosa y limpia. Arriba bailotean y giran unas nubes caprichosas. Abajo un mar revuelto con grandes olas blanco verdes. A lo lejos una carabela esquiva los roqueríos equilibrándose entre el mar y el cielo helado. Donde yo estoy la habitación tiene un piso de madera oscuro y encerado, hay una mesa baja de centro y sobre ella un libro cuaderno hecho de hojas sueltas, muy artesanal, está cosido con cordel delgado, las páginas son amarillentas.

Yo sé que si escribo por el lado izquierdo del libro y de la mesa será una novela. Si lo hago por el lado derecho será un textote. En este momento sé que yo soy un “chilecano”, eso porque mi madre es una “mexijote”. Ella leía a Cervantes y siempre me había advertido de lo peligrosos que son los “gordolenos”.

La tormenta era en la playa donde vivía Cristiane. Era una novela de amor de Corina Teclado. En la carabela que había logrado esquivar los roqueríos iba ella mi novia rubia y única. Por eso yo me zambullía en el oleaje alborotado. Y así estuve nadando hasta que amainó el temporal. La carabela se había esfumado y el agua estaba clara y tranquila . Y en ese momento se me había pasado la pena, un poco.



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