
Arrendé este local con vitrina para vender pinturas ultra-creativas. Estoy colocando unas telas para que las vean los potenciales clientes que pasan por esta callejuela Medieval.
De pronto a través del vidrio veo un señor de abrigo café que me hace muecas y musarañas y gesticula mirándome directamente. Intrigado abro la puerta y le pregunto ¿Qué desea señor? El continua mirándome fijo y no dice nada, insisto y él replica ¡ Es que no me reconoce! . Era Don Ernesto. Era el taxista de la bohemia y de los gansters según el mismo allá en Santiago, hace mil años. El había presenciado durante largas noches los partidos de pool en los City y en los Manila. Debió haber cambiado mucho, el sombrero que tenia puesto había sobrevivido varios decenios. La verdad, no lo reconocí pues su pelo muy canoso y sus ojos chispeantes no me decían nada. De todos modos fuimos a beber cerveza para encontrar reminiscencias comunes...
No hay comentarios:
Publicar un comentario